Opinión
La minería, motor del desarrollo
Por Julián Rooney
Para LA NACION
Resulta imposible imaginar un mundo sin minería. Prácticamente todo elemento del que nos servimos diariamente contiene elementos minerales. Desde el filamento de una lamparita de luz, los cubiertos con los cuales comemos, las herramientas con las que trabajamos, los materiales de equipamientos médicos para cuidar nuestra salud, los fertilizantes que permiten fabulosas cosechas al agro y a la industria vitivinícola, hasta los cables y chips de los que se provee la informática, sumados a la generación y distribución de energía eléctrica, todos contienen sustancias minerales.
La Argentina asiste desde comienzos de 2000 a lo que podríamos denominar un boom minero. Los emprendimientos en el país se multiplicaron y el crecimiento que experimenta el sector constituye una oportunidad inigualable para nuestro desarrollo. Al tratarse de materias primas, que al igual que nuestros granos y nuestra carne consume el mundo entero, la amplitud del mercado implica una expansión continua de la demanda.
La necesidad y el requerimiento de minerales existen y está en nosotros abastecernos y exportar al mundo. Asirnos a esta oportunidad nos permitirá aprovechar el efecto dinamizador que tiene la actividad minera en una economía. Dista de ser casualidad que haya sido esta industria uno de los motores propulsores del desarrollo de algunos países cuya calidad de vida nos debe servir de ejemplo, como Australia, Canadá y Estados Unidos.
Tenemos la posibilidad concreta, real y presente de construir un círculo virtuoso de inversiones, trabajo y crecimiento sustentable sobre la base de la actividad minera. Nuestros recursos mineros están, en general, en regiones muy alejadas y, por ello, cerca de comunidades postergadas en su derecho a mejorar su calidad de vida. Las posibilidades de crecimiento de estas poblaciones se centran en el empleo que genera la minería directamente o a través de empresas proveedoras.
Impacto ambiental
Como toda industria, la minería tiene impacto ambiental (que no es, como algunos pretenden confundir, sinónimo de contaminación). Pero es una de las industrias más respetuosas del medio ambiente. No sólo porque practica el concepto de explotación sustentable, dado que se trata de recursos no renovables, sino también porque la minería en la Argentina es la única actividad que tiene una ley regulatoria que controla el impacto ambiental que genera (ley nacional 24.585).
El Gobierno ha mantenido leyes federales que regulan la actividad creando un ambiente favorable para la inversión en esta industria. La minería respondió con creces a la expectativa que las autoridades depositaron en ella también en cuanto a la generación de recursos fiscales genuinos para la Nación y las provincias.
En el caso de Minera Alumbrera -donde trabajo hace diez años-, la empresa ha pagado al Estado nacional más de US$ 630 millones por el impuesto a las ganancias en los últimos tres años. Entre pago de regalías -que en buena parte se distribuyen en los municipios que rodean el proyecto- e impuestos directos en la provincia de Catamarca, genera más del 70% del ingreso fiscal de dicha provincia.
Sin perjuicio de la demostrada responsabilidad ambiental con que se opera, algunas autoridades provinciales, en una actitud por cierto reprochable, han limitado mediante la sanción de normas inconstitucionales el libre ejercicio de una industria lícita. Por cierto, agrava la situación que dichas determinaciones se han tomado sin el correspondiente análisis, y sobre la base de reclamos minoritarios e infundados, pero, eso sí, hechos públicos mediante el ejercicio de la fuerza -por ejemplo, cortes de rutas-, a la que varias autoridades, en una actitud demagógica, ceden sin mayor consideración. No es prohibiendo actividades productivas y lícitas como se va a permitir a los habitantes de nuestro país alcanzar su merecido desarrollo.
También les corresponde actuar con responsabilidad a quienes objetan la actividad. Están en su derecho, pero éste debe ser ejercido dentro del marco razonable del disenso, donde debe prevalecer el diálogo por sobre la agresión.
Los argentinos, en especial los trabajadores, técnicos y profesionales, queremos desenmascarar la hipocresía de quienes injurian la actividad por supuestos incumplimientos ambientales sin argumentos técnicos sólidos.
Los mineros hemos demostrado que esto puede hacerse respetando el medio ambiente y la ecología, y conviviendo pacíficamente y de manera compatible con otras actividades. Hoy la industria minera es parte del proceso renovador que vive la Argentina. Queremos hacer oír nuestra campana, la del trabajador minero que apuesta a crear riqueza, que quiere un presente próspero y un futuro mejor para sus compatriotas.
El autor es vicepresidente de Xstrata Copper, operadora de Minera Alumbrera Argentina
24.07.07
08:55
24.07.07
08:15
24.07.07
07:03
norbercosta
24.07.07
Ante todo, resulta obvio que quien escribe lo hace en defensa de los intereses de empresas transnacionales que practican la megaminería, pero analicemos punto por punto:
1) Coincido con que es imposible imaginar un mundo sin minería. El tema aquí es que a nosotros (el pueblo soberano) no se nos consultó sobre si queríamos ser un país minero. Esto lo decidió un poder legislativo manejado por el ejecutivo de la década de los ´90 a espaldas de la población, sancionando un marco legal que es contrario a los intereses de
2) Hablar de exportación de minerales al mundo en la actualidad es una falacia pues lo que se hace hoy es cargar en barcos un concentrado de minerales, realizando ante la aduana una declaración provisional que será confirmada luego desde el exterior con los datos que arroje el final del proceso de refinado de los metales (todo esto sin la efectiva participación de personal de aduanas que compruebe la veracidad de lo informado). Además no están sujetas a ningún tipo de retención a las exportaciones y ni siquiera tienen la obligación de ingresar las divisas al BCRA como hace cualquier otro exportador.
3) La calidad de vida de países del “primer mundo” se está dando a partir de envíar las industrias contaminantes al “tercer mundo” y de contar con excepcionales beneficios impositivos (a los que ninguna industria nacional tiene acceso) para llevarse enormes riquezas prácticamente “regaladas”
4) Es obvio que toda actividad humana tiene impacto ambiental, pero está bien clara la diferencia con lo que es contaminación. Contaminación en emprendimientos megamineros, por ejemplo, es polvos de minerales, metales y metaloides (arsénico entre ellos) arrojados a la atmósfera por las voladuras de montañas enteras con explosivos, que luego se esparcen por toda la región depositándose sobre el suelo, la vegetación, las plantaciones y los cursos de agua y también contaminación es el DAM, Drenaje Acido de Minas (en escombreras y diques de cola), que indefectiblemente se producirá y terminará contaminando los acuíferos. Y podría seguir, pero hay muchos antecedentes en todo el mundo donde operan estas empresas y que han dejado terribles pasivos ambientales (de los que se hace cargo la población en su conjunto) y que han llevado a que, por ejemplo el Estado de Montana (EEUU) prohíba la actividad minera a cielo abierto con lixiviación por cianuro y otras sustancias químicas tóxicas. Así que no entiendo el porqué de la sorpresa ante las leyes provinciales que han prohibido esta actividad en Río Negro, Chubut, Tucumán,
5) Con respecto a la aseveración de lo pagado en concepto de impuesto a las ganancias, es seguramente una cifra importante, pero no guarda relación con las inmensas ganancias que obtienen. Además no se menciona que no pagan impuesto a las importaciones, ni impuesto al cheque, ni siquiera impuesto al gasoil que utilizan en enormes cantidades. Tampoco menciona que la empresa mencionada es la principal consumidora de energía eléctrica del país (por supuesto tampoco menciona a qué precio la pagan y si tienen restricciones como padecen el resto de las industrias y la población en general)
6) Podría seguir con muchísimos argumentos más, que no son agresivos, pero que contienen la verdad de lo que sucede y no la que nos quieren hacer creer, pero en otra ocasión será.
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